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lunes, 21 de enero de 2019

George Stark

ESCRITORES y LIBROS:
En “El Nombre de la Rosa”, de Umberto Eco, Adso de Melk dice que a veces los libros hablan de otros libros, que es como si hablaran entre sí. Stephen King habla mucho sobre escritores, que es como si hablara de sí mismo y consigo mismo, y de los libros de esos escritores, que se entrelazan con los suyos. De esas historias imaginadas por autores imaginados, sólo conocemos ideas, temas, fragmentos. Y aquí están.
Timothy Hutton como George Stark
¿Qué hubiera sido de Thad sin George? 
En la página de agradecimientos de “La mitad siniestra”, Stephen King dice: “Estoy en deuda con el desaparecido Richard Bachman por su ayuda e inspiración. Esta novela no se hubiera escrito sin él.” Tal vez sea la respuesta a mi pregunta. Tal vez sólo se estaba cubriendo las espaldas, en caso de que Bachman también tuviera mal carácter.
La lápida funeraria de George Stark era breve y elocuente:

GEORGE STARK
1975—1988
Un tipo no muy agradable

También era incorrecta, porque George no nació en el '75 y, por supuesto, no murió en el '88.
Cuando George comenzó a existir, no se llamaba George. Era sólo un teratoma, un tumor encapsulado que había sido una vez un embrión gemelo de Thad Beaumont, un embrión débil (al principio, él era el débil) absorbido por su hermano más fuerte, que terminó en el cerebro de éste y comenzó a crecer al llegar la pubertad de Thad. Al empezar a escribir Thad. Poco después fue extirpado. Y olvidado.
Esto es, hasta que sufrió un bloqueo de escritor y buscó en su mente (dividida desde su concepción) una salida. Thad consiguió escapar de su catastrófico bloqueo al comenzar a escribir historias muy diferentes a su estilo, con un seudónimo: George Stark. George volvió a la vida. George era fuerte ahora. Y talentoso. George, en sus propias palabras, fue quien le enseñó a Thad “a escribir el material que la gente quería leer. ¿Qué caso tiene escribir algo si nadie lo quiere leer?” Publicó cuatro novelas que fueron éxitos de venta inmediatos. Novelas de crímenes, protagonizadas por Alexis Machine, un duro de los que ya no quedan.
Stephen King nos da sólo tres de sus títulos: “A la manera de Machine”, “El blues de Oxford” y “Cabalgando a Babilonia”. En la película de George A. Romero de 1993, el cuarto título es “Mean Machine” (“Máquina Malvada”), lo que puede considerarse un error ya que, en el libro, sólo la primera y la última novela de Stark tienen como protagonista a Alexis Machine.
Pero King nos deja leer más de su material. Y es éste:

“—Cualquier estúpido con manos rápidas puede agarrar un tigre por los cojones —le dijo Machine a Jack Halstead—. ¿Sabías eso?
Jack empezó a reír. La mirada que le dirigió Machine lo hizo cambiar de expresión.
—Límpiate esa imbécil sonrisa de la cara y pon atención —dijo Machine—. Te voy a dar las instrucciones. ¿Estás poniendo atención?
—Sí, señor Machine.
—Entonces escucha esto y no lo olvides. Cualquier estúpido con manos rápidas puede agarrar un tigre por los cojones, pero se necesita un héroe para seguirlos apretando. Te diré algo más, ya que estamos en eso; sólo los héroes y los rajones salen bien librados, Jack, nadie más. Y yo no soy un rajón.”
de “A la manera de Machine”

“—Los poetas hablan del amor —dijo Machine, resbalando la navaja hacia delante y hacia atrás a lo largo del afilador en un ritmo constante, hipnótico—, y está bien. El amor existe. Los políticos hablan del deber, y también eso está bien. El deber existe. Eric Hoffer habla del posmodernismo, Hugh Hefner habla del sexo, Hunter Thompson habla de las drogas, y Jimmy Swaggart habla acerca de Dios, el Padre Todopoderoso, creador del cielo y de la tierra. Todas esas cosas existen y todas están bien. ¿Sabes lo que quiero decir, Jack?
—Sí, creo que sí —dijo Jack Rangely. En realidad no lo sabía, ni tenía la más remota idea, pero cuando Machine estaba en ese estado de ánimo, sólo un demente discutiría con él.
Machine volteó el filo de la navaja hacia abajo y, de repente, de un solo tajo, cortó en dos el afilador de cuero. Una larga sección cayó al piso de la sala de billar como una lengua cercenada.
—Pero yo hablo de la fatalidad —dijo—. Porque al final, todo lo que cuenta es la fatalidad.”
“Machine enderezó los clips para papel, lenta y cuidadosamente, con sus dedos largos y fuertes.
—Sosténle la cabeza, Jack —le dijo al hombre que estaba de pie detrás de Halstead—. Sosténla firmemente, por favor.
Halstead vio lo que se proponía Machine y empezó a gritar, mientras Jack Rangely presionaba las grandes manos contra los lados de la cabeza de Halstead, manteniéndola inmóvil. Los gritos resonaron y se reprodujeron en la bodega abandonada. El extenso espacio actuaba como un amplificador natural. Halstead se oía como un cantante de ópera entrando en calor antes de la noche de estreno.
—He vuelto —dijo Machine. Halstead cerró los ojos, apretándolos lo más posible pero no le sirvió de nada. La pequeña barra de acero se deslizó fácilmente a través del párpado izquierdo y perforó el globo del ojo con un leve sonido explosivo. Del orificio rezumaba un líquido pegajoso y gelatinoso—. He vuelto de entre los muertos y parece que no te da gusto verme, desagradecido hijo de puta.”
de “Cabalgando a Babilonia”

Como dice Timothy Hutton en el papel de Thad, en la película: “no busquen un significado social porque no lo tiene”
En la misma escena, Kent Broadhurst, en el papel de Mike Donaldson, acaba de leer un fragmento que toma elementos de la primera y segunda citas de “Cabalgando a Babilonia” (el corte del afilador seguido de la mutilación de Halstead, aunque con la navaja de la primera), en el cual se intercala la segunda de las dos frases nuevas de George Stark que registra (¿crea? ¿descubre?) la película:


Córtalo —dijo Jack Rangely, ansiosamente—. Córtalo mientras yo estoy aquí mirando. Quiero ver correr la sangre.

La primera frase original del guión de Romero aparece previamente, puesta en boca de Fred Clawson, el vil “rastrezoide”, que describe la actitud de su informante, una dama de dudosa ética, citando a Stark:

A las 9 en punto, ella se corrió. A las 10 en punto, se cambió de bando.

No sabemos si es de King-Beaumont-Stark… pero realmente lo parece. Todo lo que crea Romero para esta película tiene un tono tan adecuado que podría haber sido escrito directamente por Stephen King.
Cerca del final de “La mitad siniestra”, Stark comienza a escribir “Máquina de acero”, y Stephen King nos permite asistir paso a paso a la redacción de sus primeras páginas, que comienzan con el Capítulo 1: La boda:

“Alexis Machine rara vez se inclinaba hacia la fantasía, y en una situación como ésta, el tener un pensamiento imaginativo era algo que nunca le había ocurrido. Sin embargo, se le ocurrió pensar: de todos los habitantes de la tierra, ¿cuántos? ¿cinco mil millones?, yo soy el único que en este momento está dentro de un pastel de boda movible, con un arma semiautomática Heckler & Koch en las manos.
Nunca había estado tan encerrado en un lugar. El aire se había puesto pesado casi de inmediato, pero de todos modos no habría podido respirar profundamente. El betún del pastel de Troya era real, pero bajo él no había más que una delgada capa de un producto de yeso llamado Nartex, una especie de cartón de gran categoría. Si llenaba el pecho con aire, probablemente se caerían el novio y la novia que estaban adornando el piso superior del pastel. Con toda seguridad, se rompería el glaseado y…”

King hace aquí una pausa táctica, nos cuenta que sigue escribiendo durante cuarenta minutos, nos pone en clima de nuevo con la historia principal, y luego continúa.

“En la casa, Jack Rangely y Tony Westerman estaban en la cocina, y Rollick para ahora, debería estar en la planta alta. Los tres estaban armados con semiautomáticas Steyr-Aug, la única ametralladora de calidad que se fabricaba en Norteamérica, y aun cuando algunos de los guardaespaldas disfrazados como invitados fueran muy rápidos, los tres desatarían una tormenta de fuego más que apropiada para cubrir su retirada. Sólo déjenme salir de este pastel, pensó Machine. Es todo lo que pido.”

Nueva interrupción. El momento crucial. La narración de la boda se torna lenta, tartamudeante.

“Machine… nunca… se había preguntado… cómo sería el tener asma… pero si después de esto alguien se lo preguntaba… recordaría el golpe Scoretti.”

Y entonces todo cambia. Todo sucede. Pero para saber exactamente qué sucede conviene leer el libro completo. Lo que sí se puede contar es que “Máquina de acero” fue finalmente publicado, según cuenta Mike Noonan en “Un saco de huesos”. Más aún, tuvo tanto éxito como los anteriores y se mantuvo entre los 15 libros más vendidos. Con George no se jode. Eso queda más que claro, considerando que “Máquina de acero” fue publicado después de su muerte, y antes de la de Thad. El último libro de Thad, según esto, fue un libro de George… y eso nos hace preguntarnos quién fue en realidad el sobreviviente de “La mitad siniestra”.
Una curiosidad (no tan extraña para quienes estamos familiarizados con el entrecruzamiento de situaciones y personajes que se produce en muchos de los libros de Stephen King), es que en su colección de cuentos “Pesadillas y Alucinaciones” de 1993 (que también se publicó desmembrada en tres o cuatro libros con el título de un cuento importante con la coletilla “y otros cuentos”), se incluye una historia sencilla y peculiar: “Mi bonito pony”. En las notas finales o previas a cada cuento a las que nos tiene acostumbrados King, y que considero la cereza del postre de una comida opulenta, revela que, en realidad, George Stark es el seudónimo de Richard Bachman, que es su propio seudónimo (três King, ¿no es cierto?) y también que “Mi bonito pony” fue el título original de “Máquina de acero”, novela que quedó inconclusa al fallecer Bachman y de la que él rescató esta pieza especial. Es parte del fragmento que acabamos de leer, un flash-back en el que Clive Banning (que quizá fue el nombre original de Alexis Machine en la novela de Bachman/Stark), mientras espera dentro del pastel el momento de iniciar el atentado de la boda, recuerda cómo su abuelo le habló de la naturaleza plástica del tiempo.
Y en la misma colección de relatos aparece Bachman (o Stark) nuevamente, en un cuento titulado “El quinto fragmento”, una historia de gángsters “al estilo de Machine”.

Alexis Machine es, en palabras del comisario Alan Pangborn, “la ficción de una ficción”. Machine es la ficción de Stark que es una ficción de Beaumont. Y Beaumont es una ficción de King. Pero Stark fue originariamente una ficción de Bachman, y éste una ficción de King. ¿Están mareados? Entonces el señor King ha logrado su propósito.

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